La juez Benitez estaba sentada en el mugriento sillón de su despacho. Se había dejado caer sobre el reposabrazos y miraba al techo con mirada ausente, pero Márquez conocía demasiado bien a la joven jueza para saber que estaba pensando. El comisario, con el rostro surcado por las cicatrices que deja el paso del tiempo, esperaba que la juez saliese de su aparente ostracismo sentado en una de las sillas del escritorio.
-¿Porqué nadie dijo nada antes? –preguntó finalmente –Es un dato demasiado relevante para haberlo pasado por alto.
-No se sabía –fue la escueta respuesta del comisario.
-¿Cómo puede no saberse algo así? No estamos hablando de una mancha en la rodilla, estamos hablando del padre de la niña.
-Elena, la madre, nunca nos dio ese dato. Nadie del entorno familiar conocía la vinculación. Para sus vecinos, sus amigos y sus hermanos, Elena era madre soltera. Había tenido un lío con un joven casado hace unos años y como resultado estaban las dos niñas. Pero punto. Nadie podía imaginar que ese hombre fuera Jaime Gutiérrez. Y mucho menos que llevarán casados en secretos 12 años.
-Pero ¡esto lo cambia todo!, ya tenemos un motivo para la desaparición de la niña: el secuestro y la extorsión a su padre.
-Nadie lo sabía ¿recuerdas?
-¿Y si había alguien que sí lo supiese? Tuvo que haber testigos de esa boda, por lo que decís los papeles están en regla y eso conlleva testigos y un oficiante. ¿Sabemos dónde y cómo se casaron?
-En el sur de Francia, en un pueblecito de la costa cerca de Marsella llamado Sausset-les-Pins. Les casó un viejo sacerdote, amigo de la familia Gutiérrez y que se exilió durante la Guerra Civil por sus ideas republicanas. Sí, sí, hubo algunos curas que se fueron de España por no comulgar con Franco y parece ser que éste fue de esos. Falleció hace 7 años y se llevó el secreto a la tumba, así que con él nada podemos hacer. Hubo dos testigos, como manda la Iglesia en estos casos. Estamos intentando localizarlos pero no hemos tenido resultados por ahora.
-Pues centrémonos en ellos. ¿Sabemos algo sobre los dos testigos?
-Uno de ellos era amigo del novio y sigue siendo socio de Jaime, un tal Guilloun, pero se encuentra desaparecido desde hace unos días.
-Buscadlo, daremos orden de búsqueda a la Interpol si es necesario. Por ahora lo buscaremos como testigo del caso, pero no descartemos nada. Es cuanto menos sospechoso que haya desaparecido justo ahora.
-Según su secretario se encuentra haciendo treking en Nepal.
-¿De verdad la gente hace esas cosas?
-Está bastante de moda entre ciertos sectores, sí. Pero, si me lo permites, creo que deberíamos centrar nuestras miradas en el segundo testigo.
-¿Quién fue?
-Eso es lo curioso, ninguno lo conocían entonces. Hemos hablado con Jaime, que ha confirmado la historia y se ha puesto a nuestra disposición. Asegura que desde el día de su boda no ha vuelto a verlo y que el segundo testigo debía ser un amigo de Elena, pero no llegó a la boda. De hecho –continuó el comisario- ni siquiera sabía que iba a una boda y nunca se enteró después de faltar. Así que tuvieron que buscar un testigo de urgencia, y lo encontraron en un joven seminarista alemán que estaba de vacaciones en el pueblo y hacía las labores de monaguillo en la parroquia. No sabía español ni francés, así que no podía saber a quienes estaba casando, tampoco creo que le importase mucho por aquel tiempo. Aún así sería bueno investigarlo.
-¿Y eso? Te conozco Márquez, tanto empeño es por algo. ¿Qué más tienes?
-El seminarista hoy es sacerdote, con cierto nombre en… ciertos círculos, ya me entiendes.
-No –respondió la jueza-, no te entiendo.
-Es afín a una poderosa organización religiosa que está naciendo: laicos ultraconservadores no reconocidos por el Vaticano pero que van cobrando mucho peso dentro de las diócesis, sobre todo entre las más pobres, como la nuestra.
-Vale, pero ¿qué tiene que ver eso con el secuestro de Elena?
-El padre Helmuth estaba en la ciudad el día que la niña desapareció y ¿adivinas en qué iglesia se alojaba?.