Este fin de semana es el fin de semana del Trofeo. Así, con mayúscula y sin apellido por que durante muchos años (más de cincuenta ya) no le ha hecho falta nada más para saberse que, si hablabas del Trofeo en agosto lo hacías del Carranza. Durante 50 años por aquí pasaron los mejores jugadores del mundo en los mejores equipos del mundo: Pele, Maradona, Mágico, …
Pero ahora el Trofeo de los Trofeos, ese que adorna las vitrinas de Barcelona, Madrid, Atlético y tantos otros, es un trofeucho. Venido a menos por la desidia y desgana de sus organizadores. Y no por una crisis que llegó antes al Carranza que a la sociedad española. Al trofeo lo han dejado morir y aunque siga siendo el cuadrangular que siempre fue, nada tiene con su pasado esplendor. Con todo el respeto al Rayo, el Osasuna y el Madeira, no son comparables a los grandes clubs que pasaron por aquí. Antes, el Trofeo, era una suerte de mundialito en el que jugaban los mejores clubs de Europa y América. Hoy es un quiero y no puedo que lleva al Cádiz como máximo atractivo. Un Cádiz que, en 2ªB, no tiene categoría para la categoría que debía tener el Trofeo.
El resultado de esta dejadez la vemos este año: sin televisión y con menos de 3000 espectadores en el campo. El Trofeo se muere y es hora de recuperarlo con fuerza o dejarlo morir definitivamente. Pero, desde luego, verlo seguir arrastrándose cada año un poco más no tiene sentido alguno. Y el Ayuntamiento, pues al final es imagen de Cádiz, debería tomar cartas en el asunto y decidir, definitivamente, que hacer con este quiero y no puedo que es la antigua fiesta de cierre del verano. Fiesta que, al igual que el propio Trofeo, ha ido decayendo hasta convertirse en una «bebecoa» playera que hace años que debería estar prohibida.