El soldado partió al galope aquella misma noche. Cabalgaría por el camino de Jerez en dirección a Sevilla, y el salvoconducto del príncipe Sancho le abriría las puertas de cada posta del camino. Cabalgó hasta desfallecer, sabiendo que cada hora pasada le alejaba de su objetivo. Si el capitán Guillén demostraba un ápice de laSigue leyendo «El monje»
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El monje
Miquel dormía inquieto en su celda cuando la luz de una vela iluminó las rendijas abiertas en la madera de la vieja puerta. El ruido de unos pasos por el pasillo le terminaron de alertar y cuando la puerta se abrió, el monje ya se había levantado del jergón de pajas. -¿Dónde está? –la vozSigue leyendo «El monje»
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Las piedras del muro parecían ancladas unas a otras y los hombres no lograban abrir brecha entre ellas. Guillén empezó a impacientarse y su rostro curtido por la guerra mostró un nerviosismo al que no estaban acostumbrados los suyos. El miedo se extendió por la pequeña capilla cuando una de las velas se apagó. -NoSigue leyendo «El monje»
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Miquel intentó reorganizar su mente, encerrado en la pequeña celda que habitaba en Santa Cruz. El abad había muerto intentando robar la joya, y nadie con excepción de Guillén podía saberlo. El capitán había ordenado a sus hombres salir de la cripta antes de que acaeciera el trágico final, y si bien era cierto queSigue leyendo «El monje»
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Los dos hombres se miraron y el rostro curtido del soldado se torció en cruel burla cuando encontró un miedo que no esperaba en los ojos de Miquel. -Realmente os habéis convertido en siervo de Dios. En un cobarde que corre a esconderse bajo las faldas de una falsa madre de madera- escupía cada palabra-.Sigue leyendo «El monje»
El monje
-Miquel, ¿Qué averiguasteis de nuestros asuntos? – El monje se giró sobresaltado y se topó con el frío rostro de Men Rodríguez. La dura mirada carente de piedad de quien ya no tiene nada más que perder que su propia vida- ¿Qué ocurrió con el abad? Esperaba su llegada bajo las sombras de la muralla,Sigue leyendo «El monje»
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Como la noche sigue al día, las semanas transcurrieron tranquilas. Tan sólo los hermanos de Santa María do Porto mostraban su preocupación por la desaparición del prior, pero la llegada, en la madrugada del décimo tercer día del cuarto mes del año de tropas moras desde Málaga acallaron los rumores. El cielo se iluminó deSigue leyendo «El monje»
El monje
Durante la mañana Miquel y Guillén recorrieron las calles polvorientas de la villa estudiando los daños causados por el asalto, aliviados de que verlos reducidos a un par de techumbres quemadas y una decena de heridos. Habían sido repelidos por las tropas del de Berja pero no habían logrado capturar con vida a ningún asaltante.Sigue leyendo «El monje»
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Guillén se acercó hasta Miquel, y apoyó la mano con camaradería sobre el hombro del monje. Con un gesto había indicado a sus soldados que salieran de la sala y tan sólo ellos dos permanecían en la cripta. Los ojos del soldado recorrieron el cuerpo muerto del abad y el rostro abatido de Miquel. -EraSigue leyendo «El monje»
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El hombre caminó hacia ellos, espada en mano, y tanteando al oscuridad. -Miquel ¿os hallais aquí? El monje suspiró aliviado al reconocer la voz del capitán Guillén de Berja. El hombre, un cantabro de anchos hombros, tez morena y pelo cano había sido enviado a la ciudad una decena de años antes por el reySigue leyendo «El monje»