Lo reconozco, sufro un síndrome egocentrismo «amigocional» y cuando veo que un amigo triunfa en algo lo digo. Me da igual que sea un genio de las finanzas y empresario de nombre, una profesora universitaria excesivamente joven, una empresaria, un músico como la copa de un pino, un escritor o, como ayer, parte del grupo de investigación de un sistema anti terremotos.
Cada vez los veo pienso «se puede llegar». Con trabajo y esfuerzo, pero se puede llegar. Así que, Antonio, enhorabuena por el logro.