Los fines de semana suelen ser tiempo de deporte y familia. Desde hace mucho tiempo, en mi caso, me voy con mi hermano, mi padre cuando venía y mis sobrinos cuando hacen los propio al Carranza a disfrutar (sufrir más bien) con el Cádiz de mis colores. Durante un tiempo mi sobrino el mayor acudía con su camiseta de rayas verdi-blancas como buen bético que era por aquel entonces. En los Cádiz-Betis el niño lo pasaba realmente mal y cuando su equipo perdía 2-1 contra el mío, lloraba y se enfadaba mientras los vecinos de asiento le intentaban consolar sabiendo que el pequeño bético iba con la camiseta del Córdoba -cosa de uno de sus tíos que no conocía de escudos- pero que el se sentía del Betis en Carranza. Y eso, que quieren que les diga, me hacía sentir orgulloso de esa afición de la que formo parte. Pero ayer, viendo las imagene lamentables que se producían en el Reino de Navarra no podía más que preguntarme que narices está ocurriendo en el mundo del fútbol -y en la sociedad en general-
No es normal que un joven de la edad que sea y en el estado que sea, increpe a alguien por acudir al estadio con la camiseta de su equipo. Pero cuando la persona increpada lleva entre sus brazos a un niño de no más de cinco años la situación se vuelve absolutamente lamentable. Reprochable por todos y denunciable ante las autoridades competentes. Individuos como ese individuo no deberían volver a pisar un estadio en sus vidas.