¡Vaya por Dios!, pero vaya de verdad. Estoy que no comprendo lo que me pasa, anodado y alucinado. Yo, que no tengo más enamorada que las tartas de Leonor, me encuentro como gordo fuera de pastelería ¿qué me ocurre?, se preguntarán. Pues sencillo, les respondo: que por más que trato de violentar mis textos, estos rezuman romanticismo. ¡Pardiez! no sé que me ocurre, ya les digo… intento pensar en el peor mal de este mundo antes de posar mis demonios sobre el teclado, pero por más que me concentro en una convención de endocrinos, no hay manera: historia de miedo, romanticismo al canto. Asesinato cruel, pero amoroso; teatro comico ¡parejita que se crió!
Creo que iré a la consulta, a ver si un nuevo regimen totalitario de espinacas con acelgas reogadas con agua de sopa de ajo, ayuda a que me reencuentre conmigo mismo… ¡maldito febrero!