Hay momentos extraños, de esos que se hacen cortos y seguirían siendo cortos aún siendo eternos. Momentos de esos en los que algo parece envolver a los presentes para aislarlos del resto, uniéndolos de una manera tan imposible que se hace irrompible.
Momentos que sólo suelen darse de la mano de ciertas personas y que pocas veces llegan a darse, porque es complicado encontrar a ese otro que logre la unión. En las pocas veces que eso ocurre, solo cabe esperar a que el momento vuelva a repetirse pronto; a que se den las circunstancias, esas que nunca llegarás a conocer, para que el momento eterno se haga excesivamente corto.
Hace muy poco viví uno de esos instantes, en los que la alegría se contagiaba, en los que las confesiones y la confianza se hicieron parte indispensable de la situación. En los que parecía que el tiempo se hubiese detenido y que aquella persona que estaba a tu lado, hubiera permanecido allí desde el mismo instante de tu nacimiento; aunque no llevé cerca de ti más que un par de años.
Esos extraños momentos que terminan y en tu interior solo queda una pregunta ¿ya?.