En los últimos años ha surgido una corriente de turismofobia que, desde Barcelona, se ha ido instalado en casi todas las ciudades españolas. En el caso de Cádiz, aún no hemos sufrido grandes problemas y tampoco es un debate que esté a pie de calle. Demasiados problemas tenemos ya en esta ciudad como para preocuparnos de ello. Al menos, para que sea prioritario.
Pero lo cierto es que es recurrente la pregunta para los que nos dedicamos a esto del turismo. Y por eso hoy me he decidido a dar mi opinión. Obviamente, sesgada, desde el momento en el que mi modo de vida se basa en la llegada de turistas, pero que trataré de razonar.
En primer lugar, tengo claro que debemos tener una buena legislación municipal que regule el sector. No todo vale. Ni en el mundo de los guías, ni hoteles y apartamentos ni en hostelería. Por eso, es importante regular, para evitar que Cádiz se convierta en un Venecia vetado para los locales, sin más acceso que el turístico y sin vida en su interior. Todavía estamos muy lejos de ello, pero podemos estar encaminandonos.
Por suerte, nuestra ciudad cuenta con una vida «autóctona» muy fuerte; a lo que se une el circuito universitario, que también nutre nuestra sociedad. Además, es el centro administrativo de la provincia y eso evitará que termine convertida en un parque temático. Pero eso no quita para que debamos mirar lo que ocurre a nuestro alrededor.
Ciudades como Málaga ya están sufriendo el colapso de los pisos de alquiler vacacional (no solo de plataformas de sobra conocidas, también de particulares), que elevan los precios hasta hacerlos imposibles. Pensemos que en Cádiz, antes del boom turístico, ya se estaba pagando por una habitación en piso compartido por encima de los 200 € en la temporada escolar. ¡Ni hablamos de la temporada estival! Eso provocó que muchos jóvenes se vieran obligados a irse a poblaciones vecinas y, como consecuencia, el descenso poblacional de la ciudad se hizo más acusado. Y ese factor sigue al alza en este momento.