En estos tiempos que corren de fronteras cerradas y miles de personas huyendo de la guerra, permitidme que les recomiende un libro —cuya critica ya publique por aquí hace mucho—: «Un saco de canicas», de Joseph Joffo, un judío francés que se vio obligado a huir junto a su hermano de la Paris nazi.
Sin olvidar que estamos ante una novela juvenil, Joffo nos adentra en los duros años del nazismo y de la ocupación en Francia. A través de sus ojos de niño nos relata sus propias vivencias sin esconder la dureza, el miedo pasado, la alegría ante cualquier sorpresa positiva, la incomprensión ante lo que ocurría a su alrededor. Joseph se hace hombre a la fuerza, desde el mismo instante en que, con 10 años,su madre le da un zurrón y un poco de dinero y le manda cruzar el país para buscar la libertad en Niza.
Pero, en contra de lo que pueda parecer, no estamos ante una novela triste. «Un saco de canicas» se convierte en un canto a la esperanza. El de aquellos que, a pesar de todo, luchan por seguir adelante y encontrar su lugar en un mundo lleno de odios, y lo hacen sin odio. Además, Jospeh dota a la novela de un ritmo rápido, con un lenguaje escueto –pero no por eso pobre- que agiliza la lectura y te mantiene enganchado desde el primer momento hasta el último. Es una novela infantil, sin duda, pero aún así es uno de los mejores libros sobre el antisemitismo nazi y, leído con ojos de adultos, se puede descubrir al Joseph Joffo surgido de las cenizas de una Europa desangrada por la sinrazón.
Quizá el éxito de esta obra y de su estilo nace de que Joseph no es escrito, no el típico al menos. Hasta 1971 ejerció la profesión de su padre regentando una peluquería y fue ese año, tras sufrir un (des)afortunado accidente de esquí, cuando decida escribir sus vivencias infantiles, publicando este saco de canicas que inmediatamente se convirtió en un éxito. Y es comprensible, ya digo, pues su lectura es rápida y ágil pero, sobre todo, es un libro que cuenta cosas.
Y en estos tiempos debería ser lectura obligada para todos, quizá así recordásemos que también nosotros (la vieja y orgullosa Europa) hemos pasado las mismas guerras y sufrimientos que nuestros vecinos; que también tuvimos que huir y buscar refugio y que otros nos abrieron las puertas. Tal vez recordaríamos que los miedos al «extranjero» conllevó la aparición del nacionalsocialismo, de los sentimientos xenófobos y el nacionalismo más arcaico. Y eso es casi lo peor de todo, que al final podemos volver a caer en los peores momentos de nuestra historia común.