Hay obras que marcan para siempre. Para mí, una de las más importantes fue «Matar a un ruiseñor» de Harper Lee, una autora que con solo dos obras pasará a la historia de la literatura por la calidad de la misma (sobre todo de la primera, publicada en 1960) y por las enseñanzas que nos dejó en ellas.
Un canto a la tolerancia que aun hoy se mantiene vigente y debiera ser lectura obligada —por el bien de la Humanidad—. Uno de esos extraños libros que enseñan a ser mejores, que nos recuerdan la importancia de mirar al otro como a un igual y que nos permite ponernos en la piel de los marginados pero, sobre todo, nos muestra un ejemplo a seguir: el de Atticus Finch. Tanto por la defensa del más indefenso (Tom Robinson), como en las enseñanzas a sus hijos.
Para colmo, el libro permitió que viera la luz una obra maestra del séptimo arte, dirigida por Robert Mulligan y protagonizada por un Gregory Peck absolutamente inconmensurable.