Uno de los factores más importantes —sino el que más— en el desarrollo de la industria cultural es, precisamente, el que vamos a tratar: los cambios que viene produciéndose en el proceso productivo, tanto en la creación, como en la producción y distribución. Centrándome en el campo de la edición literaria, que es en el que más puedo aportar por mi faceta de escritor y por la amistad que me une a editores, libreros y distribuidores, la experiencia personal nos habla de profundos cambios en los últimos años, que han venido acentuándose en lo que llevamos de década.
Así, si hace solo 10 años era impensable el éxito en ventas de un autor novel que no tuviera el respaldo de una gran editorial, el siglo XXI ha visto como algunos de sus grandes best sellers han nacido de la red de redes. Sin entrar en su calidad literaria, uno de los fenómenos más destacado ha sido la trilogía de Cincuenta sombras de Grey (E.L. James) con más de 31 millones de libros vendidos en 37 países al poco de su lanzamiento[1] y que nació de un fansfic[2] de la saga Crepúsculo y que, debido a los derechos de autor, debió cambiar el nombre de los protagonistas y el “universo” creado en los mismos.
Estamos, por tanto, ante una situación nueva, en la que el mercado ya no está en manos de las grandes compañías editoriales (Plantea, Random House,…) al haberse abierto una ventana directa entre el escritor y el lector que, cada día más, prefiere los nuevos sistemas de lectura frente al tradicional papel. Así, según datos de la Federación de Gremios de Editores de España la facturación de libros electrónicos alcanzó la cifra de 80,26 millones de euros —lo que representa solo un 3.7% del total, pero habiéndose incrementado un 8,1% respecto al año anterior—[3]. Datos que demuestran la existencia de una amplio marco fuera de la legalidad que permite el acceso gratuito a la lectura —desde Espabooks hasta Lectulandia son muchas las webs que permiten la descarga ilegal de libros; pero también de un nuevo modelo de mercado en el que el autor es el receptor directo de los pagos.
Situación que, irremediablemente, también ha afectado a los cauces de distribución y difusión que se presentan obsoletos ante las nuevas tendencias del mercado editorial. Pero, en los tres casos —creación, producción y distribución— las consecuencias serán diferentes.
Creación
El creador artístico, o escritor en nuestro caso, mantiene pautas similares a épocas anteriores. Salvando los grandes autores profesionales que pueden vivir de su literatura y se deben a contratos previos —muchas veces llegando a firmarse varias obras, con adelanto económica sobre los posibles beneficios—, el escrito español no puede dedicarse únicamente a la literatura. Eso hace que el creador, como otros artistas, escriban (creen) por el mero hecho de hacerlo, de sentirse realizado o de esperar que se les lea —o, según mi experiencia personal en el mundo de la literatura, por egocentrismo—. Es decir, escribe porque necesita expresarse artísticamente mediante sus letras.
En este sentido, el proceso de creación es el que menos cambios ha sufrido, manteniendo sus rasgos principales intactos.
Producción
La producción literaria ha sufrido profundos cambios de la mano de las nuevas tecnologías. Así podíamos ver una doble vertiente en su producción: las grandes editoriales que funcionaban de forma industrial (lanzando al mercado grandes tiradas, en ocasiones dejando de lado aspectos como la estética, la corrección de los textos[4]o el estilo) siendo el editor un intermediario meramente económico; por otro lado, contamos con pequeñas editoriales, que tratan a las obras con mimo, y con editores que son casi artesanos de la materia, profundamente relacionados con todo el proceso productivo de los libros.
Pero, además, contamos con un nuevo factor: la autoedición digital, en la que creador y productor no van de la mano sino que son la misma persona. Siempre han existido editoriales de autoedición, pero las nuevas tecnologías han permitido que los autores no necesiten de estos servicios para dar a conocer sus obras. Esto, que ha enriquecido notablemente el panorama actual, también tiene una parte negativa al haber desaparecido las cribas previas realizadas por editores y el trabajo realizado por profesionales para la presentación de un producto acorde a los mercados.
Distribución
Si bien el mercado editorial sigue vivo en España —en 2013 la facturación ascendió hasta los 468,81 millones de euros, sin contar libros educativos y otros similares[5],[6]—, la distribución ha visto como el libro electrónico comienza a coger fuerza dejando a un lado las grandes cadenas de distribución. Además, como ha ocurrido con el mundo editorial, las distribuidoras también han sufrido una gran transformación debido a la aparición de las librerías digitales que realizan sus envíos mediante mensajería y no a través de los cauces tradicionales. Así el intermediario ha desaparecido —aunque no se note repercusión en los precios del producto final—. Y el uso de pequeñas distribuidoras por las editoriales locales, que en la actualidad representan un amplio porcentaje de los libros puestos en circulación.
Se une, además, un factor más complicado de cuantificar: el pago social. Esto es, el pago de una obra mediante “likes” en las grandes redes sociales. Este hecho trae consigo una publicidad gratuita de obras que no están pensadas para su venta —entendiendo esto por la obtención de una contraprestación económica—.
Así, el mercado editorial ha sufrido un gran cambio, que se acrecienta con nuevos modelos que han quedado al margen del sistema establecido por el mercado editorial. Ejemplo claro es la literatura en internet. Son muchos los autores que publican sus obras gratuitamente en las redes sociales o en websites. Desde relatos hasta novelas por entregas o micro-literatura, como la que podemos encontrar en Twitter.
Se ha ampliado así panorama literario, rompiendo los esquemas preestablecidos y dando al escritor una libertad creativa que hasta hoy estaba coartada por la presencia imprescindible de editores, distribuidores y libreros. Si hasta la aparición de internet el creador literario debía recurrir necesariamente a una empresa —servicio editorial— que le prestase su ayuda, hoy puede lanzar a la red su obra sin más cortapisas que las autoimpuestas y con mercado global que permite una distribución planetaria.
Ahora, el escritor, al igual que ocurre con otras ramas artísticas, cuenta con mayor poder sobre su obra siempre y cuando esté dispuesto a perder los derechos económicos derivados de la propiedad intelectual que, aun, no se encuentra plenamente reglada para el mundo digital.
Y es que pese a los cambios introducidos la pasada legislatura en la Ley de Propiedad Intelectual, existen muchos vacíos legales para la defensa de esos derechos en la red. Problema este que también se encuentran otros creadores, principalmente fotógrafos, ilustradores y músicos, por la facilidad de compartir sus creaciones convirtiéndolas en virales y resultando casi imposible rastrear el origen de las mismas.
Sin embargo, y como apreciación personal y conclusión final, la piratería literaria no ha supuesto la muerte del libro, como tampoco la aparición del libro electrónico que convive con el físico sin ganarle, aún, mucho terreno. Más bien al contrario. El libro se ha convertido en un objeto casi de culto y son muchos los lectores habituales que se niegan a abandonar el formato papel. Pero, mucho más interesante aún, es que el incremento de la oferta, tanto de obras como de cauces de distribución y venta, están enriqueciendo el mercado. Permitiendo la aparición de nuevas voces en el panorama actual o dando a conocer a nivel global a autores de gran calidad que hasta ahora se veían abocados a su espacio cercano —González Montero o Kiko Amat serían claros ejemplos de esa distribución global de las obras—. Así como la salida al mercado exterior y de escasa tradición hispanohablante de autores nacionales, como Jesús Cañadas que ha sido considerado en el pasado año 2015 como uno de los más importantes autores de ciencia ficción del mundo, pese a su juventud y a haber comenzado publicando en autoedición y en una ciudad de provincias.
Así, la industria cultural vinculada al libro, se encuentra inmersa en grandes cambios que deberán marcar el desarrollo futuro del mercado y de los hábitos de lectura de los consumidores. En la sociedad de la inmediatez, la tardanza en la distribución de libros se han convertido en un hándicap para el libro físico y, sobre todo, para las librerías que son, sin duda, la mayor victima de las nuevas tendencias.
El escritor, que excepto contados casos, no obtiene gran rédito económico de su obra —raro es el contrato que cede más de un 10% sobre el PVP al autor— continua con su proceso creativo como forma de expresión artística, siendo productores y distribuidores los que necesariamente deban adaptarse a los nuevos tiempos.
Hecho este, similar, al de otros campos como el cine, la televisión, la música o el teatro. Y que, por las particularidades propias de las artes plásticas, queda lejos de los problemas que se encontraran pintores o escultores. Pero que afecta de forma drástica a aquellos autores que trabajan lo digital —ilustradores, diseñadores,…— lo que nos lleva a plantear que, además de los cambios necesarios en el mercado, es imprescindible que la normativa legislativa vigente se adapte a los nuevos cambios con el fin de proteger el trabajo de los creadores, no tanto en lo económico como en la autoría de los mismos.
[1] Aportamos datos de 2012. http://www.hollywoodreporter.com/news/fifty-shades-grey-producers-screenwriters-359080
[2] Normalmente vinculados a blogs personales, se adentran en historias conocidas, normalmente de grandes sagas literarias o cinematográficas —Star Wars es un claro ejemplo— que han tenido repercusión en el mundo juvenil, como pueden ser Harry Potter o Los Juegos del Hambre de los que se pueden encontrar gran cantidad de web site dedicados a adentrarse en el universo presentado en los libros.
[4] En la actualidad resulta casi imposible no encontrar erratas y errores ortotipográficos en las ediciones de grandes editoriales; aumentándose los casos en obras traducidas de otros idiomas.
[6] Informe del Sector del Libro en España (2011-2014), Observatorio de la lectura y el libro. http://www.mecd.gob.es/dms/mecd/cultura-mecd/areascultura/libro/mc/observatoriolect/redirige/destacados/mundo-libro/Informe-sectorlibro/El-Sector-del-libro-en-Espa-a-/El%20Sector%20del%20libro%20en%20Espa%C3%B1a%20.pdf