«Si este año no me das lo que me prometiste tú te convertirás en aquello que me quitaste. El rey se rió del hombrecillo, y mandó que lo ataran bajo su ventana y que lo tratarán como si fuese un perro. Pero una mañana se levantó, y cuando fue a llamar a sus criados, se dio cuenta de que de su boca solo salía un cuac. Al mirarse a un espejo, vio que era un pato, pero que era rojo, como la sangre. Al verlo, los criados lo echaron de la sala, pues temían que el rey se enfadase si lo veía. Un caballero joven, pensando gastar una broma al hombre/perro se lo echó en la jaula en la que habitaba, comiendo carne cruda y bebiendo agua estancada. Al verlo, el hombre dijo con voz clara: Me lo comeré y, con él, a vuestro rey. Y desde entonces nada se supo del monarca»
Joshynk no sabía porque ahora le había venido el cuento a la cabeza, pero al verlo pensó que debía tener cuidado, no fuese que aquel que ahora entraba fuese como el hombre del pato.
Evincar se detuvo en el centro de la plaza. Observando al gigante que se alzaba frente a él. No recordaba cómo había llegado hasta allí, pues su memoria solo le decía que había sido herido por un arma envenenada y que debía estar muerto. Pero, contra todo pronostico, había aparecido frente a un gigante dispuesto a devastar la ciudad.
-¿Siempre es mejor ser perro?- preguntó aturdido.
Y entonces vio al perro que le había precedido, el que le había guiado por las calles sitiadas de Frikigard desde el templo de Om hasta el lugar donde las defensas habían caído. Se tocó el pecho, buscando restos de la herida que había sanado Setsuna, pero no lo encontró. ¿Quizá? No, no podía ser. Pero allí estaba el perro.
– ¿Quien es este?- miró a Sha’ab esperando respuesta, pero la recibió del propio rey.
– Este es el rey Joshynk -bramó alzando su enorme espada, casi tan alta como un hombre -¡Y voy a matarte!
– Es posible que lo intentes- fue la respuesta del tabernero-, pero no creo que lo logres. Otros mejores, más inteligentes y poderosos lo han intentado. Y aquí sigo: sorprendentemente vivo cuando ya debería estar muerto.
-El rey Joshynk lo logrará…
Se lanzó a la carga contra el tabernero, que saltó a un lado ante el envite. Buscó sus armas, y desesperado, no las encontró. Sha’ab se lanzó en su ayuda, situándose junto a él para enfrentarse al gigante, aquel que comandaba las huestes que luchaban contra el rey Scary. Las enviadas por el Conde para acabar con la paz en la ciudad. No, no dejaría que atravesará las murallas. Si debía ser en combate singular lo harían, Quizá así lograrán frenar el avance y cerrar una de las brechas abierta por los enemigos.
-Si sois el rey valeroso que decís, lucharéis contra mí en combate singular. Si perdéis, os retiraréis con vuestros hombres lejos de nuestras murallas.
-Sea- respondió.