El otro día, releyendo algunas cosas me encontré con el siguiente texto:
«La victoria de la burguesía política ya no era otra cosa que la victoria de una clase social producida por leyes económicas, de una clase que carecía, a su vez, de todas las condiciones necesarias para una dirección política efectiva, que hacía que la dirección política dependiera de los fenómenos y sucesos eternamente variables de la vida de las masas, de la preparación de la opinión pública, etc. En otros términos: el pueblo tenía, con razón, la sensación de que en todos los ramos de la vida tiene lugar una selección natural, partiendo siempre de la capacidad para este ramo determinado de la vida, menos para uno: el de la dirección política. En el ramo de la dirección política se echó mano repentinamente te de un resultado de selección que debe su existencia a un proceso enteramente diferente. Mientras que entre los soldados es muy natural que sea jefe únicamente quien ha recibido una instrucción debida, no era lógico que sólo pudiera ser guía político quien tuviese la instrucción necesaria y demostrase la capacidad para serlo, sin o que más bien se fue extendiendo la opinión de que bastaba pertenecer a una determinada clase de la sociedad, nacida de leyes económicas, para sentir la aptitud indispensable para regir un pueblo. Hemos conocido las consecuencias de este error. La clase que se arrogaba esta dirección ha sufrido un tremendo fracaso en las horas críticas y ha resultado ser completamente inútil en los momentos más graves que ha tenido la nación»
E inmediatamente me vinieron a la cabeza discursos muy actuales, tanto que el texto -excepto por el lenguaje utilizado- bien podría ser dado por cualquiera de los líderes de la nueva izquierda emergente: la casta política, los gobernantes que gobiernan a espaldas del pueblo apropiándose de ese poder, la falta de formación,… Pero la realidad es que el mensaje no ha sido dado por el demonizado Pablo Iglesias en ninguna de sus presencias públicas; es bastante anterior y fue dado por uno los mayores genocidas de la Historia: Adolf Hitler.
Por supuesto no existe comparación posible entre ambos -y desde luego no seré yo el que haga la imbecilidad de compararlos-, pero si que hay una serie características históricas comunes:
- La crisis socio-económica que afecta a todos los estados. La Alemania de entre guerras sufrió una profunda crisis que conllevo la caída de gran parte de la sociedad en la miseria. Los trabajadores urbanos y del campo mostraron su descontento y se movilizaron.
- Los diferentes gobiernos fueron acusados de la crisis, obviándose que la situación -profundamente agravada por la I Guerra Mundial- es muy anterior y que, además, el crack del 27 tenía razones mucho más profundas que la simple falta de formación del gobierno.
- Un caldo de cultivo para los nuevos mesías. Oradores con gran capacidad de mimetizarse con las necesidades de la sociedad y decir lo que sus oyentes quieren oír. Así, en el caso del texto, nos encontramos con un Hitler que defiende las virtudes del socialismo entre los obreros alemanes. Y estos mesías son profundamente peligrosos en el caso de tener intereses «oscuros» con tintes totalitarios -que, obviamente, no es el caso de los líderes de Podemos, por más que se les vincule al chavismo-.
Por eso, como historiador, el texto me llamó tanto la atención, porque nos encontramos en un momento de crisis integral que puede -y debe- conllevar cambios en los sistemas políticos y económicos. Hasta ahora, la sociedad europea ha sido propensa a solucionar las crisis mediante guerras, pero la existencia de la UE y un mercado común deben obligatoriamente detener esa tendencia. Aún así cabe preguntarse cual es nuestro destino.