
Hace 100 años Europa comenzó a regar los campos con sangre. No importan las razones que llevaron a los hombres a las trincheras, no importa que durante todo un siglo la sangre siguiera derramandose por los campos europeos (ya fuera en la I o la II Guerra Mundial, ya fuera en la Guerra Civil española o en la yugoslava), solo importa no volver a repetir los mismos errores, menos ahora que la muerte vuelve a correr en los campos ucranianos, como lo hace aún (y siempre) por África o en Israel, donde bombas asesinas acaban con el futuro de un cientos de niños encerrados tras los muros de la vergüenza que rodean Gaza.
No importa que hayan pasado 100 años desde el inicio de la guerra aquel 28 de julio de 1914. No importa que las trincheras se cubrieran con cuerpos muertos, cuando 100 años después seguimos igual. Y, lo más grave, es que la opinión pública internacional ve normal la guerra. Nos hemos habituado a la muerte de inocentes o, a lo sumo, colocamos un cartel en facebook mostrando nuestra indignación.
Y cuando la indiferencia se convierte en la norma, la sociedad está perdida y los errores vuelven a cometerse y la muerte volverá a rondarnos.
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