Vaya por Dios, me hago viejo. O me convierto en un madurito interesante, mejor. Si, es eso: el ejemplo de que ya no perderé más pelo. Pero ¿qué quieren que les diga? pelarse y ver que las canas empiezan a aflorar entre mi (escasa) cabellera me hace pensar que ya he vivido mucho y toca comenzar la cuenta atrás, esa que nos lleva irremediablemente a dormir bajo tierra eternamente. Porque yo quiero que me entierren, en el suelo, para joder un poquito más a los que tengan que llevarme y verlos, rojos de esfuerzo, agarrar las cuerdas con las que detendrán el loco descenso de mi ataúd.
Pero volvamos a lo importante ¡me hago viejo!. Yo, ente animado que sueña con ser un eterno Peter Pan de poca monta, comedor de jabalíes y adorador de una buena mesa. Yo, que sigo siendo joven de espíritu comienzo a peinar canas. Y me preocupa, mucho. Me preocupa poder tener una crisis de los 40 que ríete tú de la del 29 (la de USA en 1929, digo). Lo estoy viendo claro: voy a reunir para comprarme un deportivo descapotable, o un yate, o dar un viaje alrededor del Kilmanharo para sentirme joven.
¡AY! malditas canas….