
Uno de los grandes privilegios que tenemos aquellos que escribimos es la posibilidad de acercarse a los lectores. Ayer, ese privilegio se hizo doble al ser en un centro escolar: el
IES Fernando Aguilar Quignon (o Telegrafía sin hilos, para entendernos). Conozco el centro desde hace años, ya que he ido como Delegado de Manos Unidas en varias ocasiones y he visto como los alumnos se implican y, sobre todo, respetan al «ponente» (sea el que sea). Eso es, precisamente, una de las cosas de las que más adolecen los estudiantes actuales y eso hace que estos sean extraños.
Claro que hay que entender la política del centro, y la vocación y trabajo de los profesores, que parecen tener claro que no son meros transmisores de conocimientos y que desean ayudar a inculcar valores: la lectura, la solidaridad, la democracia…
El IES Fernando Aguilar es uno de esos centros diferentes, donde la vida estudiantil se mezcla con las actividades extras. Es un placer recorrer sus pasillos y leer carteles sobre concursos de relatos, o ver como la biblioteca no se esconde en el último rincón del edificio, sino que recibe a quien llega. Pero mucho mejor es ver como los alumnos preguntan, se acercan (incluso cuando ya ha terminado todo se quedan para seguir hablando)
Por eso hoy quiero dar las gracias a los responsables por la oportunidad de compartir un día con ellos. Pero, sobre todo, quiero darle la enhorabuena al profesorado por convertir el centro en un centro no solo educativo sino formativo.
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