La isla de los gatos

[…] Bonito recuerdo – Hernán acariciaba un hermoso felino de blanco pelaje con una joven esbelta, morena y bizca portando un arco a su lado- Pero ahora, hablemos de cosas serias ¿Cuánto estáis dispuesto a pagar por vuestras tripulaciones, capitanes? Sus hombres son ahora mio, los de ambos navíos. Y tengo especial encanto con las mujeres, así que ellas son y serán mías.

Fat y Montesimios se miraron sin decir palabras. Enemigos y amigos, como siempre, hoy tocaba luchar hombro con cadera por recuperar lo que era suyo. Y, sobre todo, por salir de aquella maldita isla de los gatos.

* * * 


-¿Pagar?- Fat lanzó una carcajada -¿Has oído lo que ha dicho ese?Señaló a Hernán sin dejar de mirar a Montesimios, que agachaba la cabeza pensativo. Casi recontando el número de monedas necesario para pagar por la tripulación de La Marabunta.-¡Estas bueno si crees que voy a pagar por esos hombres!… no, a ver, no entenderme mal -los insultos de la tripulación casi no dejaba oír el ronroneo de los gatos- que yo pagaría por la Rubia, que sabe cocinar, pero ¿el resto?
-Marco Antonio es el único que podrá sacarnos de aquí -dijo Montesimios, antes Jappy-, deberíamos pagar por él si queremos huir de esta mierda de ¡gatos!-Isla, señores, esto es una isla. -MI isla… y ustedes son mis prisioneros.
-¡JA! ¿de verdad los quieres? -Borought lanzó una risotada desde detrás de los juncos que servían de prisión
-These dos solo know pegarse…– sir Charles hablaba con voz profunda mientras fumaba no sé sabía qué.
-Sir Charles, no oséis hablar así de nuestros capitanes- lady Chodna se mostraba enfadada por la situación, sobre todo cuando los gatos comenzaron a subir por la pierna del joven francés que le acompañaba.
-¿Alguien quiere comer? Creo que me queda bizcocho -concluyó la Rubia.
-¡Yo! -gritó Fat -ves como la Rubia es buena- susurró a  Montesimios.- ¿Cuanto por ella?

Hernán se giró, mirando a la tripulación como quien ve correr el agua en un canalón del tejado: sin inmutarse. Frío como el viento norte una noche de humedad; se atusó las patillas, largas como una tarde de compras con Vasques en el Colmado de la Habana; bajo su mano, gorda como una ristra de chorizos, y tocó el pomo de la espada, robusta como un mulo en celo. 

-O pagas, o mueres….
-O nos vamos, que total… tampoco merece la pena derramar sangre por….

Fat no tuvo tiempo de terminar su frase, Hernán se lanzó como un poseso contra él… 

Publicado por Javi Fornell

Historiador y novelista. Amante de las letras y de los libros. Guía turístico en la provincia de Cádiz y editor en Kaizen Editores

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