La vida se compone de sorpresas, a veces buenas, a veces malas. Sorpresas que van dando sentido a la existencia, que conducen tu camino a un lado u otro de una senda que no está marcada con cintas de colores.
Es una carrera de fondo, un camino pedregoso o de césped, tanto da, lo importante no es cómo lo recorres sino a dónde te lleva.
Mi camino suele ser tranquilo, un manto verde en una llanura inmensa recorrida por ríos escondidos a la sombra de bosques de perenne sombra. Un camino tranquilo y apacible, sin sorpresas excesivas y que, sin embargo, a veces logra hacerme abrir los ojos y la boca para mantener un rictus de asombro que me dura días. Y son esos precisos momentos los que transforman mi existencia