Vaya palo que se ha llevado Madrid, y van cuatro (no tres como dicen, que ya se presentó antes de este ataque de celos). La candidatura de Madrid ha vendido más de lo mismo, el 80% de las macro-infraestructuras construidas en la época de vacas gordas española, pero que tiene ya una antigüedad media de 7 años por lo que llegarían muy antiguas para el 2020. Paradójicamente llegarán casi sin uso, como ese esperpento mastodóntico de la Caja Mágica, sin uso conocido desde que la escudería de F1 HRC desapareció. El nuevo estadio de la Peineta sí verá tiempos mejores, pero porque el dueño del mismo es ya –según palabras de su presidente hace unos días- es el Atlético de Madrid, que busca dar su propio pelotazo inmobiliario, como ya hiciera el Real Madrid.
Pero, en el fondo y en la forma, lo que hemos sufrido estos años ha sido el capricho del niño bonito de papá, que viendo como el nombre de su gemelo (Barcelona) sonaba en el mundo entero por las Olimpiadas de 1992 quería su cuota de televisión. Y la ha tenido, vaya que si la ha tenido. Mostrando al mundo qué es la España actual: un país gobernado por dirigentes colocados a dedo, sin preparación, incapaces de ver el ridículo cuando lo comenten. Sin saber hasta dónde pueden llegar y hasta dónde no (yo no hablaría inglés en televisión para cientos de millones de espectadores, sin hablar inglés). Un país que vende pasado disfrazado de novedad y que, para colmo, lo hace tratando de dar lecciones de moral. “Venimos a proponer un nuevo modelo de Olimpiadas que no cueste dinero a la sociedad”, dijo el presidente del COE. ¿Qué no cueste dinero? Prefiero ni mirar cuánto nos ha costado ya el capricho de Madrid. Y además, las Olimpiadas cuestan dinero, es cierto que dejan grandes cambios a la ciudad –si saben hacerlo bien, como ocurrió en Barcelona- y que la sitúa en el centro del mundo durante un mes; pero cuestan mucho dinero. Más en el país de la corrupción y el pillaje como es el nuestro, donde cualquier obra puede llegar a doblar su precio.
Que conste que no me alegro del palo recibido por Madrid, porque es un palo dado a todo un país. Pero sí espero que nos sirva de aliciente para darnos cuenta de nuestra realidad. La realidad de un país que ha creído ser rico, que ha vivido como si fuera rico, y que ahora paga las consecuencias. Era lógico que las Olimpiadas fueran a Tokio. Japón es una de las grandes económicas mundiales y es socio capitalista del sistema. Además, la política juega un factor importante, y tras la crisis nipona necesitan volver a mostrar al mundo que ellos son el motor asiático, frente al sistema neo-comunista chino.
Y además, está ese logo….