Termina el verano y comienza el curso. Y comienza cómo cuando estudiaba: con exámenes. El inglés que me trae loco y con el que no tengo más remedio que llevarme bien.
Y en estas fechas siempre me acuerdo de don José Augusto y su «Can you star reading, please» que tanto odiaba y que tantos quebraderos de cabeza me da en este tiempo.
Pero ¡que se le va a hacer! la vida marca caminos insondables y el mío me empuja a aprender la lengua de la Pérfida Albión. Quién sabe, quizá algún día sea capaz de leer sin inmutarme una primera edición de Sir Arthur Conan Doyle, o pueda disfrutar del verbo de Shakespeare; quizá, incluso, pueda releer las memorias de ese gordo cabrón de Churchill.
O, simplemente, termine mandándolo todo muy lejos (very far) y apuntándome a clases de shuajili para irme a vivir con alguna tribu africana lejos de tanta sociedad. Donde pueda correr desnudo por el campo y mezclarme, como un igual, con elefantes e hipopótamos…