Definitivo. Mi genial genialidad y perfección tiene una imperfección para no causar envidias en los mortales que los hagan más imperfectos. El Padre Creador, el señor de los Olimpos, el Baal del Monte Saphon, viendo la magnitud de su creación decidió dotarme con un talón que, como el de mi primo Aquiles, sirviese de botón de apagado. Pero en un intento de innovación, decidieron que la mejor manera de que no extendiese mi infinita sabiduría, mi elemental belleza y mi mordaz humor por el mundo era evitar que viese a la luz del sol. Así que, cual vampiro de Crepúsculo pero sin brillos corporales -ya brilla mi grandeza-, la lumínica incandescencia de Ra termina con mi genialidad.
Tal vez sea un intento de enviarme al norte, donde los dioses vikingos campan a sus anchas solicitando sangre para el banquete de Odin; y donde un dios de la alegría, la belleza y la inteligencia como yo es más que necesario. Pero, por Tutatis, se vive demasiado bien en el sur… Hasta aparentando ser uno más de los mortales.