Matones virtuales

Hay cosas que no cambian. Sensaciones atragantadas en el alma que van minando lentamente el corazón. Pequeñas bombas de relojería emocional que, con un leve roce encienden su mecha para explotar en mil pedazos sus cuerpos. Y en estos días vemos, casi sin sorpresa, como se suicidan chicos y chicas que sufrieron acoso en el colegio. 
Yo nunca lo sufrí y, si alguien me insultó por mi peso o cualquier otra cosa, jamás le preste atención. Eran otros tiempos o, quizá, entonces el matón del patio no podía salir del patio. Quizá, puede ser, nosotros éramos más niños y no podían amenazarnos con mucho más que ridiculizarnos en el colegio, en el parque, o en la calle entre niños de nuestra edad y hasta que llegaba otro que ocupaba nuestro lugar como centro de las burlas. 
O, quizá, ahora surge un nuevo acoso, que se aleja de los colegios y las escuelas y da el salto a la red de redes, el nuevo patio de recreo dónde los compañeros de clase dan paso a millones de anónimos desconocidos. Pero también hay otro problema. Ahora las amenazas que se extienden por la red suelen ir acompañadas de un «O haces esto, o enseño tus fotos/video». Y esto es más preocupante.
Es cierto que la red guarda sus peligros, y que al otro del teclado puede estar algo totalmente diferente a lo que esperamos. Pero cuando hablamos de chicos de 12-15 años que realizan vídeos de contenido erótico para un desconocido -o para un conocido, que tanto da- hay que preguntarse algo más ¿cómo ha podido hacerlo sin que nadie se de cuenta? ¿Cómo sus padres no saben lo que hace su hijo/hija? Y la respuesta es sencilla. Si durante años los niños pasaban las tardes jugando luego comenzaron a ser aparcados frente al televisor, ese ente nocivo pero, a su vez, inofensivo para la integridad del niño. Pero ahora el televisor ha dado paso al ordenador, y los niños pasan horas delante de la pantalla y, gran parte del tiempo, sin supervisión paterna.

Y ese es uno de los grandes problemas. Internet es una gran herramienta, pero también conlleva una responsabilidad en su uso y necesita un aprendizaje. Hace años puede ser que los padres tuviesen la excusa de no saber como «capar» ciertos contenidos web. Hoy en día, con internet como parte activa en nuestras vidas, esta excusa carece de sentido. Al igual que no se puede conducir un coche sin aprender antes, Internet también requiere su aprendizaje.

Pero, además, hay algo más profundo. Una pregunta fundamental en estos casos de «matonismo virtual» que soy incapaz de entender. Casi todos los casos de ciberacoso van parejos de la existencia de fotos / videos de carácter sexual, pero ¿qué lleva a un niño de 12 o 13 años a realizarlos? ¿cómo puede caer en el «error» fatal de aceptar las peticiones de realizarlas? Sin duda, algo está fallando en la educación, algo grave ha hecho la Humanidad, cuando los niños dejan de ser niños tan pronto, atragantando sus almas hasta consumir sus vidas.

Publicado por Javi Fornell

Historiador y novelista. Amante de las letras y de los libros. Guía turístico en la provincia de Cádiz y editor en Kaizen Editores

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