El cuerpo le temblaba de arriba abajo. “Miguel”, pensó, “Miguel está aquí”. Trato de recordar lo que le había contado Elena, el tiempo transcurrido desde que su ex había desaparecido en Marruecos. “No puede ser, más de cuatro años”. Estaba en Marruecos, había desparecido allí, pero lo gritos le llegaban nítidos. No estaba solo en la casa, lo sabía desde el principio. Al menos cuatro personas habían confiado en su secuestrador y ahora eran torturados hasta la muerte. “Cuatro años allí” No deseaba vivir tanto, las ideas se agolpaban en su mente. Deseaba morir, pero sabía que salir a la luz no conllevaría la muerte, solo dolor. Un grito se unió a los tenues lamentos. La alegría llegaba desde la calle para hacer más doloroso el sufrimiento.
-¿Quién más hay?- No sabía por qué hacía la pregunta, pero las palabras salieron suaves de su boca. Quizá solo quería recordar el sonido de su voz.
-¿Quién más qué? –preguntó su captor.
-Aquí, somos cuatro, ¿verdad?
-Verdad.
-¿Quiénes son ellos?
-Un viejo y joven, además de tu amigo.
“No es mi amigo”, pensó pero no lo dijo -¿Por qué? –preguntó.
-Alguien tiene que compartir mi sabiduría.
-¿Cuál?
-La luz duele.
-Antes nunca le tuve miedo.
-¿Y ahora?
-Ahora quiero morir.
-No lo harás.
-Déjame morir.
-No
-¿Y si salgo a la luz?
-Te dolerá.
-¿Porqué yo?
-Tuviste suerte.
La puerta se cerró y la oscuridad volvió a llenar la estancia. Los gritos se acallaron en la calle y él se dejó caer sobre la pared de la derecha.
-No le enfades, lo pagará conmigo –las palabras reptaron por el respiradero del suelo –Ahora vendrá a castigarme.
-¿Quién eres?
-Koke, me llamo Koke y quiero volver a casa.
-Nos encontrarán –mintió.