El comisario Márquez estaba apoyado en la pared, en el edificio de enfrente a la iglesia. No puedo evitar mirar el callejón en el que había desaparecido Elena casi dos meses atrás. Luego recorrió la fachada del edificio: era barroca, o eso había oído. Con una gran torre de piedra culminada en un tejado a cuatro aguas y rematado de tejas verdes. No recordaba haber entrado nunca en ella, ni siquiera con la desaparición de la niña, porque no creía que hubiera nada allí que solucionase el caso. Pero llevaba días pensando diferente. Era allí dónde había estado el padre Helmuth, único que conocía la boda de Jaime y Elena, junto al amigo de la infancia y socio de Jaime. Y ahora el sacerdote volvía a la iglesia y él había sentido el impulso repentino de acudir hasta allí.
No entendía muy bien que le había motivado acudir, pero ahora no podía apartar la mirada del cortejo fúnebre que había hecho su aparición 15 minutos antes. La muerte del capo de la mafia había sido noticia en toda Europa y eran muchos los medios de comunicación que se habían trasladado a la ciudad para asistir al entierro de Pietro. La pregunta estaba en boca de todos “¿porqué justamente allí?” Y la pregunta, leída en grandes titulares en el diario de la mañana, había provocado dudas en el policía ¿Qué relación había entre Pietro y la ciudad? Que se supiera, jamás había estado en España y no tenía ascendencia loca. ¿Qué relación entre Pietro y Helmuht? El poderoso sacerdote se había trasladado desde Roma, junto a los restos del mafioso con el que se decía mantenía amistad desde que ambos coincidiesen en Roma durante su juventud.
-Márquez- el inspector Navarro había llegado hasta su lado-, como me pediste he investigado a Pietro y su relación con el sacerdote. Parece que mantenían esa amistad desde jóvenes, pero nunca fue a más y, al menos desde aquí, no hemos podido localizar ninguna implicación entre Pietro y la organización del alemán. Lo que si hemos descubierto –continuó el veterano policía- es la ingente cantidad de dinero que Pietro donaba anualmente a esta misma iglesia. Es más, parece que algo le unía a ella, porque hace cinco años apalabró con el antiguo párroco, hoy fallecido, la capilla en la que descansarían sus restos. Pero, y esto es lo más curioso, inicialmente no se enterraría aquí, sino en la ermita de San Antón, en las afueras.
-Lo veo igual de curioso que todo lo demás. Pietro no tenía relación la ciudad ¿recuerdas?
-Es más curioso por que no fue hasta ayer cuando el nuevo párroco informó a la familia del cambio de lugar de enterramiento. Ahora será aquí.
-Con el dinero que donaba, puede resultar hasta normal. Ha sido un gran benefactor para la iglesia y el barrio, porque mucho de ese dinero salía a través de Cáritas para ayudar a los más desfavorecidos ¿o me equivoco?
-Para nada, comisario. Así ha sido. Hasta el punto que el comedor asistencial era sufragado íntegramente por Pietro, al igual que la guardería. Y hemos descubierto que, además de con la iglesia, Pietro dejaba su dinero en la fábrica. Es más –concluyó- era su dueño.
-Aun así es raro que hasta ahora no se haya conocido la relación del italiano con la ciudad y, sobre todo con este barrio.
-Comisario ¿y si nada es lo que parece?
-Habla – él también tenía dudas sobre todo aquello, y conocía suficientemente a Navarro cómo para desoír sus ideas.
-Quizá esto sea mucho más grande de lo que creemos. ¿Y sí está todo vinculado? Piénsalo, jefe: desaparece una niña en el callejón de una tranquila iglesia. Parece una niña más, hija de una madre soltera que, de pronto, resulta ser la esposa secreta de un multimillonario. Pero no termina ahí la cosa: el día que la niña desaparece un oscuro personaje con sotana estaba de visita en la ciudad y durmiendo precisamente en esta iglesia. Iglesia en la que será enterrado un capo de la mafia calabresa que, sin saberse por qué, tiene un especial interés económico y, parece, sentimental, con esta zona.