Será que estoy aburrido o que algo en mí quiere volver a la infancia, pero llevo unos días recordando a uno de esos personajes que acompañaron mís días de «jovenzuelo» gracias al Diario de Cádiz. En aquellos años yo ni sabía de política ni ganas tenía y prefería pasar mis horas muertas con otras cosas. Entre ellas las aventuras de Olaf el vikingo, de Dik Browne y que ahora continúa su hijo Chris.
No sé porqué ahora he vuelto a él, a revisar las miles de viñetas que aún conservo en alguna carpeta vieja, o a bucear por internet buscando las nuevas. Quizá, la razón sea que, en el fondo, parte de mi forma de ser bebió durante años en las enseñanzas del viejo vikingo barbudo.