Ayer viví otro de esos días raros, extraños y llenos de satisfacción que me está dando Llamadme Cabrón. Desde que Ana Mayi apostase por mí con lo poco que había leído en este mismo blog, he ido de sorpresa en sorpresa. Y ayer fue otro día de esos. Sí aún no me creo que lectores puedan acudir expresamente desde Sevilla para escucharme hablar (como ocurrió en el Encuentro con el Lector que tuvimos en la Librería Alejandría), ayer me encontré firmando en El Corte Inglés. Algo que si me hubieran dicho hace solo dos años no me lo creería. Puede que no sea la mejor librería, pero sin duda es un referente comercial y publicitario y poder estar allí es un privilegio que no creo que me corresponda.
Ver como, además, se acercan personas a que le firmes libros gastados por el uso o que, simplemente, se acercan a darte la mano y darte las gracias por haberles presentado a Pedro Cabrón es un pago al trabajo de esta novela que ya sería suficiente. Pero, sobre todo, es un empujón vital para continuar las venturas de Cabrón; para cabalgar día a día junto al gran hombre que fue el gaditano; para navegar por mares de otro tiempo y dejar correr la tinta para narrar la vivencia de un hombre, de un pirata, cruel e inteligente, que se ha convertido en mi amigo; en ese al que admiro. No en vano, como me preguntó ayer un periodista: sí yo soy Fernán.
Contar, además, con la compañía de los compañeros del Grupo de Recreación Fortún de Torres fue un todo un placer y un claro ejemplo de la riqueza humana que tiene este grupo y que me ha enganchado a las dos actividades que algunos –no todos- compartimos: la esgrima y la recreación.
Así que gracias a todos, por un día como el de ayer.