Hay diversas formas de pasar un fin de semana, y yo le estoy cogiendo el gusto a hacerlo de una forma diferente. Como este mismo, cuando acompañado (o acompañando) a unos pocos amigos he pasado dos días en Palos sumido en el pasado medieval de esta España nuestra que se olvida, no pocas veces, de nuestro pasado. Y, mucho mejor que eso, un fin de semana que sirve además para conocer a muy buena gente, como los miembros de Battle Honorus -con los que ya compartimos pasado en las Navas y con los que estoy seguro volveremos a recrear otras épocas-.
Y eso es lo mejor de que te traes de un fin de semana así, el contacto con mucha gente que comparte tus gustos y aficiones; que no te considera un bicho raro por ponerte gambesón y parlota y salir a la calle a vivir como se vivía hace más de 500 años. Que no se extrañan de que comas gachas con cubiertos de madera o que duermas la siesta a la sombra de un cañón. Que disfrutan contigo «quemando brujas» o que te hacen participar en juicios de Dios.
Puede que algunos piensen «Frikis» mientras se beben su cubata sentados en un escalón. Yo cambio todos los botellones del mundo por volver a pasar una noche entorno al fuego, disfrutando de vino en jarras de barro y de la conversación de un grupo de amigos iluminados por la rojiza luz de las llamas de la fogata.