Volverán a mostrar su talante y sus ganas de dialogo para llegar a una solución ante la crisis que afecta al sector naval desde hace muchos años, y lo harán a costa de fastidiar al resto de trabajadores de la Bahía. En el mejor de los casos se levantarán temprano para llegar a sus trabajos. Otros muchos pasarán horas atrapados en las colas que se formarán. Y uno, que lo ha sufrido, sabe que los peor parados serán los niños que acuden en autobús a sus clases, o los universitarios camino del Campus de Puerto Real. Y los trabajadores, por supuesto, esos a los que dicen defender estos sindicatos y que padecen en sus carnes las acciones radicales de los navantia, delphis & Co.
El futuro de la Bahía está ligado a los Astilleros, por supuesto, para lo bueno y lo malo. Con una situación privilegiada y unas infraestructuras espectaculares, Astilleros debería ser un referente mundial en la construcción de buques y eso debería empujar la economía de la bahía hacia arriba, arrastrando en su crecimiento a toda la industria auxiliar. Pero la conflictividad laboral provocada por sus líderes sindicales se ha vuelto endémica y aboca a la planta a su propia autodestrucción. Cuando Astilleros cierre, o -ojalá- se privatice- vendrán los sindicatos a llorar, sin querer darse cuenta que han sido ellos quienes aplaudían las pre-jubilaciones, las bajas por sordera, y las manifestaciones cada vez que venía un armador por un barco. Son ellos los que han provocado que estos Astilleros sean más conocidos por sus salvajes cortes de tráfico que por las obras realizadas.