Vaya por Dios, con tanta crisis los amigos comienzan a salir del país. Parece que estuvieramos jugando al juego de la silla, y el que pierde se va. Esta misma semana otros dos: uno ha salido para Irlanda y el otro anuncia que se va a Polonia -inicialmente tres meses-; a eso el unimos los que están en Escocia, Inglaterra, París, Brasil, Argentina, Suiza y Bolivia y uno se pregunta que narices hace en España y, lo que es peor, cuanto aguantará.
Por si las moscas, ya estoy aprendiendo inglés, aunque quizá hubiese sido mejor ponerse con el alemán. Porque, las cosas como son, ahora mismo trabajo ¡y que sea por mucho tiempo! pero entre recorte y recorte la cultura se lleva el peor corte, y trabajando en biblioteca el filo de la tijera siempre pende de un corto hilo. Así que así andamos este año, feliz de mi trabajo -por el lugar, por los compañeros, por la estabilidad de la Institución y por los jefes- pero con ese miedo en el cuerpo que hoy en día tenemos todos los españoles de acabar en las colas del paro. Al menos hasta julio, ya solo cuatro meses; cuando llegué el mes de marras seguramente todos los miedos e inseguridades que ahora me acosan desaparecerán y me quedaré tranquilo en mi sitio y entre libros, que es lo que me gusta.
Que no, pues quien sabe, tal vez el año que viene escriba este blog desde Inglaterra, El Salvador o la India. Sea lo que sea, ya se sabe: Dios escribe derecho con reglones doblados.
Y a los que siguen aquí, atentos al sonido de la música: cualquiera puede ser el próximo en salir.
Mientras no se juegue al juego de la galleta, todo estará relativamente bien.
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Creo que a ese juego le han cambiado el nombre: ahora se llama Reforma Laboral
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