Llevo varios días sufriendo un extraño sueño premonitorio. Estoy seguro de que saben a qué tipo de sueño me refiero, uno de esos que son tan reales que, necesariamente deben serlo. El mío empieza siempre en el mismo lugar: el Valle de los Caídos. Y el mismo día: el de los difuntos. No me pregunten, jamás he ido allí y menos lo haría el día que dicen los espíritus vuelve a recorrer el mundo. Pero lo cierto es que mi sueño comienza allí y, mientras admiro la construcción de la basílica, descubro a un hombre de unos cincuenta años, quizá menos, llorando desconsolado ante la tumba de Franco. No me acerco a él, la verdad es que esos que aún son capaces de exaltar y llorar por dictadores nunca han sido de mi confianza y parece que en mi sueño eso sigue igual. Lo cierto es que, pese a todo, ejerce una extraña atracción sobre mí, y me quedo allí, mirándolo, como quien mira un espectáculo, hasta que le veo levantar la cabeza y le reconozco: Pocholo. Normal que llore, al fin y al cabo, el que está enterrado es su abuelo. Me alejo del lugar y, justo antes de cruzar la puerta, echo una última mirada por encima y me sorprende verlo erguido cuan alto era, con la cabeza gacha y hablando a una sombra que dispersa la imagen en su entorno. Pero aun así me vcy, pensando que quizá me he sugestionado con el lugar y el momento. Hasta aquí, como ven, mi sueño se mueve por los cauces de lo irreal, con cierto tono jocoso. Pero pronto la cosa cambia y los días se suceden uno tras otro en un leve suspiro mientras este país nuestro se desmorona en una campaña electoral brutal.
He aquí que en plena campaña un nuevo partido (“Por la grandeza de Gotor”) comienza a tomar fuerza con un líder sólido e imposible: José María Martínez-Bordiú y Bassó, a la sazón XVIII barón de Gotor. Y entre bromas y veras, discursos incendiarios en Sálvame y sesiones dace, el antiguamente conocido como Pocholo comienza a escalar en las encuestas ganándose el voto de la extremaderecha –quizá añorando volver a tener a un heredero de la estirpe Franco como líder-, de los indignados que ven una forma de enfrentarse al sistema con un voto inútil que podría cambiar la historia; y otros muchos que sólo buscan reírse. Tantos seguidores que en la noche del 20 de noviembre, todos los telediarios del mundo dan una misma noticia: «En España triunfa la guasa». Y Matías Prats, sin buscar en ningún momento la broma fácil, se presenta ante los españoles para dar la versión televisiva de los hechos: Don José María Martínez-Bordiú y Bassó, XVIII barón de Gotor, es elegido Presidente de la Nación por una mayoría tan aplastante que PSOE y PP quedan a la altura de UPyD, siendo la segunda fuerza más importa del país el Partido de Piratas y Princesas, y la tercera el Partido Nacionalista del Barrio la Viña.
El presidente Martínez-Bordiú y Bassó aparece entonces para dar su primer discurso como presidente electo y anuncia nuevas medidas que comienzan por situar a Jorge Javier como Ministro del Interior “¿quién mejor que él para mediar con la caterva de energúmenos nacionalistas?”; Ministro de Economía y Hacienda el Dioni, “que mira de frente y es un tío honrado”, Ministerio de Cultura y Educación a Belén Esteban, “que la ley obliga a tener ministras”. Pero lo que más miedo me da todo el sueño es su “Españoles, Franco ha vuelto” mientras una sombra dispersa la imagen en su entorno y pareciera que una voz le susurra al oído cada palabra.
Sinceramente, espero que sólo sea un mal sueño y no se convierta en realidad, porque entonces sí, me daría muchísimo miedo vivir en el que probablemente se convirtiese en el país de la pandereta…
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Lo del Partido Nacionalista del Barrio de la Viña me ha llegado al alma…
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Douglas, es que los viñeros siempre han sido muy suyos. Son los franceses del sur… Y sí, Nika, yo también espero que sea un mal sueño, pero ya se sabe: si hay circo, que más da como vaya el mundo.
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