Día aciago el de hoy. He borrado -más bien grabado encima- todo lo que llevaba de la historia de Pedro I, por lo que hoy no aparecerá nada sobre el. Para colmo de males hoy es el día previo a la marcha de una de mis mejores amigas, que salé camino de la pérfida Albión abandonándome a mi suerte cinematográfica durante un año, pues es con ella con quien solía acudir a verlo (se aceptan parejas o grupos de cinefilos dispuestos a acoger a un gordo huérfano de cine).
Pero es que ella es la primera de dos, porque si todo sale bien para él, otro de mis mejores amigos cogerá vuelo este año con destino inglés, primero, y argentino, después. Con lo que además, pierdo algo mucho más que un amigo, ya que algo me dice que éste, ante el acento de las hermosas mujeres de allá, no volverá acá.
Pero es que no termina ahí la cosa, no señores, hay algo mucho peor. Escabroso, asquerosos y vomitivo. Sólo de recordar lo que mis ojos han visto esta misma mañana me entran escalofríos y, lo que es peor, me lleva a preguntarme un simple ¿por qué a mí? ¡No lo entiendo! Tan malo no he sido como para ser castigado con eso. Y es que no sé siquiera si seré capaz de repetir lo visto por mis ojos al abrir mi e-mail y encontrarme con la gran pregunta de marras.
¿Quieres ser una princesa?
La respuesta es obvia, claro, depende de quién sea el príncipe y de su cuenta corriente, que para vestirse con un tutu rosa y una corona hay que cobrar bastante. Pero si el modelo de princesa ofrecida es el ofrecido, pues miré usted. Ni por todo el melón del mundo. No, nunca, never, jamas de los jamases, que uno puede ser una princesa muy digna, pero si la princesa es la princesa del pueblo española, como que no, que uno tiene su orgullo y jamás querrá parecerse a Belén Esteban
Ta vas a quedar más solo que un perro sin su árbol, que un barco sin capitán, que una casa sin marido o que un pingüino sin su pingüina.
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Me jode más lo de Belén Estebán, la verdad.Los amigos son como los políticos: viene y van, y al final siempre son los mismo.
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