Ayer fui con buenos amigos a una playa paradisíaca de la costa de Cádiz. Y durante el trayecto de la playa al coche (casi media hora por escarpados acantilados) llegué a varias conclusiones:
1º.- La playa es para volver fresquito a casa, no para tener que darte una ducha apestando a sudor. Aún así, merece la pena el lugar por los amigos y el sitio en sí.
2º.- Voy a renovar mis gafas, aletas y demás porque nadar entre peces de colores varios tiene su punto y hace demasiado tiempo que no me voy por ahí con Antonio a meterme en el agua.
3º.- El día que me muera no quiero que me canten el Gloria, eso lo dejo para cuando termine de subir la maldita cuesta del Camarinal… aunque reconozco que acojona que las das personas que suben tras uno comiencen a cantarlo. ¡Dios creí que era mi velatorio y no me había enterado!
4º.- ¡Volveré! pero un día de levante.