Echevarry había dejado a Navarro con los amigos de Juan Luis y marchó a la zona del crimen. Su fama como forense le había valido un puesto en la científica y, desde hacía años, en policía judicial. A nadie le importaban sus excentricidades, ni sus dos largas coletas con las que solía jugar cuando se ponía a pensar. El vasco había mostrado su valor en cada caso desde que llegó a Cádiz y se había destapado como un gran investigador en el terreno. Se sentó en la escalera, intentando recordar lo que había visto cuando llegaron por primera vez allí, pero sobre todo, deseaba rememorar la sensación inicial al ver el cuerpo. La extraña certeza de que nada era real. Ni el lugar ni el cadáver se correspondían.
Se levantó y subió a la primera planta. Deseaba hablar con los vecinos, conocer la casa y a sus habitantes. Llamó a la puerta de la izquierda y le abrió una señora mayor, de unos 75 u 80 años, vestía una bata azul y zapatillas.
-Buenos días, señora. Soy Echevarría, de la policía Nacional ¿le importa que le haga algunas preguntas?
-Pasé, pasé. Supongo que será por el chico muerto del domingo.
-Así es –respondió el forense lanzando una visual a la pequeña sala de estar, con una mesa camilla cubierta por una falda que en otro tiempo debió ser verde. Las dos butacas estaban igual de sucias que el resto de la casa y la propia mujer -¿Escuchó usted algo?
-No- dijo ella poniendo dos vasos sobre la mesa y acercándose a la cocina -¿quiere un café o un té? Mucho más no puedo ofrecerle.
-No se preocupe, señora. Dígame ¿vive sola?- sabía la respuesta pero deseaba que la mujer comenzase a hablar.
-Sí –dijo sentándose en una silla roja-. Antes vivía conmigo mi hijo pequeño, pero ahora está trabajando en Barcelona. Como aquí no hay trabajo, se tuvo que ir.
-Y ¿cómo se las apaña, usted? ¿le ayuda alguna vecina?
-Sí, la chica de arriba. Es un poco locati, ¿sabe? Y siempre está cambiando de hombre, pero es una buena mujer y trabaja mucho para cuidar de su niña. ¡Es monísima!, tendrá 15 años y viene muchas tardes a sentarse conmigo y ver la televisión. Algunas noches incluso se queda a dormir. En Carnavales se quedo conmigo, porque sabe que no me gustan esas fiestas.
-¿Y no salió?
-No, no, se quedó a mi lado hasta que me quedé dormida, y cuando me fui a la cama se acostó. Ella fue la que me aviso de lo que había pasado.
-Creo que subiré a hablar con ella…
-No podrá, se ha ido de viaje.