Realmente la gente guarda cosas muy raras dentro de sus armarios, toda una vida dicen lo tópicos. Y quizá sea así. Sólo hay que ver el curioso hallazgo realizado en casa de un jubilado: nada más y nada menos que la cabeza de un rey. Republicanismo del bueno, tal vez, pues la cabeza de Enrique IV de Francia fue separada de su cuerpo durante la revolución francesa y nada más se supo de ella hasta el extinto siglo XX cuando un anticuario ofreció al Lovre la cabeza del rey bueno con escaso resultado. Y ahora vuelve a la luz revelando que el monarca, asesinado en 1610 era calvo, tenía una cicatriz en el labio producto de una cuchillada anterior y gustaba de usar pendientes.