Foto: Rosa R. Galisteo |
Silencioso, apoyado en la pared, dejando paso al joven que se cruza en su camino, que le acaricia y observa, divertido, como si fuera un subvenir más que llevarse; una foto de recuerdo de un viaje a otra cultura.
El viaje del que va a ver y no ve, que se fija en el gracioso burrito sin ver sus patas encadenadas y sus ojos tristes. Reflejo de una sociedad que se encadena al pasado y a la miseria; que es incapaz de correr hacia delante, y alejarse de la mano inmisericorde del que le alimenta y explota por igual.
Ojos que muestran en el animal lo que se esconde en las personas: los ojos tristes, las manos encadenadas con los grilletes de la pobreza. Esa pobreza que se incrementa en el sur, que se convierte en miseria ante los ojos vendados del Norte, que se niegan a ver.