De suertes

Será el calor, la llegada del verano, el fin de la tesis, escuchar a los pájaros cantar desde mi ventana o eso de que, por primera vez en una decena de años, trabajaré en julio. No lo sé, pero estoy apático, tanto que ni paso por aquí a escribir; tanto que no se me ha ocurrido nada mejor que matricularme en un Master de Gestión Cultural. Total, en septiembre terminan muchas cosas y volveré a tener tiempo, tiempo que habrá que cubrir para no aburrirse.
Además, la formación nunca está de más. En un país donde todo el mundo posee titulo universitario -culpa de la titulitis propia que considera que alguien es mejor por ser licenciado que, por ejemplo, por haber realizado una FPO de soldadura- si no tienes algo más, te quedas en menos. 
Gracias a Dios tengo trabajo, un buen trabajo, pero quedarse parado, no seguir formándose, no mirar más allá del hoy supone que mi camino se corte mañana. Muchas veces he dicho que tengo mucha suerte, pero mis amigos saben que no creo en ella. Creo que la suerte se labra con anterioridad y que lo que hago hoy marca mi camino en adelante. Por eso, para seguir siendo un tipo con suerte, seguiré dejando tiempo y dinero en formación. 
Quizá, en unos años, vuelva a ocurrirme como no hace mucho cuando me encontré con un viejo compañero de la Facultad -no diré viejo amigo para no crear suspicacias- de los que se reían de mí y Lacave cuando, cogidos de la mano, decidimos comenzar a trabajar gratis en una biblioteca, biblioteca que 4 años después nos abrió las puertas de un trabajo remunerado y que ahora, casi 10 años después de comenzar entre aquellos viejos libros, con mucha formación y experiencia laborar a nuestras espaldas, nos permiten tener puestos de trabajo que nos gustan y nos llenan en lo personal. Quizá, aquel viejo compañero vuelva a mirarme sorprendido, pensando en la suerte que tengo yo y la poca que tiene él, que se había destacado entre los historiadores y había sabido moverse para colocarse del lado de los que mandan y trabajar y que ahora, cuando nosotros seguimos trabajando(nos) un camino propio, él queda en la cuneta por devaneos ideológicos.  
Quizá, en este momento, mire atrás y vea que mientras él trabajaba para que otros le abrieran puertas, nosotros (¡cuanto no tendré que agradecerle a Lacave que me arrastrase con él!) nos abríamos las nuestras, lejos de favoritismos y enchufismos que, si bien nos hubiera sido fácil obtener, terminan dejándolo a uno solo cuando las cosas se tuercen para el «que manda», sea un organismo público, sea en un colegio privado.
No negaré que en estos años ha habido personas que me han ayudado. Tantas que sería imposible dar sus nombres, pero también es cierto que a ninguna de ellas llegué por «amistad previa propia o de cercanos», fueron personas que me conocieron y decidieron darme su apoyo. Quizá, en eso, si tuve suerte, destacando de alguna forma que nunca sabré cual es. Solo una persona me dio una razón: «tu educación, el trato que nos dabas, te hacía diferente». Quizá sea esa la verdadera suerte que tengo: la educación recibida en casa y en el colegio. Lo único, casi, en lo que nada tengo que ver.

Publicado por Javi Fornell

Historiador y novelista. Amante de las letras y de los libros. Guía turístico en la provincia de Cádiz y editor en Kaizen Editores

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: