Todos tenemos momentos extraños y surrealistas en nuestras vidas. De esos que son tan raros que parecen mentira. Y algo así me pasó hace unos años cuando, al salir del vagón en el que dormía, me topé con un hombre orondo, soñoliento y en bata que miraba el paisaje por la ventanilla. Un leve movimiento de cabeza nos valió de saludo y así permanecimos unos minutos hasta que el volvió a su lugar. Y yo quedé allí, pensando si realmente era quien era y convencido de que sí. Al menos así lo será siempre.
El jueves falleció Richard Griffiths (el tío Dursley para los amantes de Harry Potter) pero que fue mucho más: un grande de la escena inglesa pero, sobre todo, el hombre soñoliento con el que compartí unos minutos de silencio en algún lugar de la Selva Negra.
DEP