Los niños te dan lecciones de vida que los adultos nunca podrán darte. Lecciones nacidas de la inocencia en la que reside la verdad. Sin quererlo te abren los ojos a las maravillas de la existencia Y te recuerdan que lo más simple y cercano, a veces, puede ser lo mejor.
Algo así hizo mi sobrino el mayor hace tres días cuando, sin más, soltó un «pues para eso llama al freidor» ¡que gran verdad! ¿Acaso hay algo mejor que un cuarto de chocos, media de cazón, una bolsa de papas del «indio» y una cerveza fresquita a compartir con amigos?
Y es que, cuando los anuncios de Cruzcampo dicen que ellos son el sur, me río. Yo ya se la verdad: el sur son las risas con las cosas más simples.