Hace tiempo que decidí poner al mal tiempo buena cara. Reírme de la adversidad; ignorar la tristeza y enfrentarse a los problemas sabiendo que lograré superarlos.
Y con ese espíritu me levanto cada día, y me enfrento a una ciudad acuciada por la crisis y el paro. Donde los problemas se radicalizan porque, cuando algo va mal, todo va peor. Y eso, en la ciudad que ríe, la que se manifiesta porque los carnavales terminan con la policía en la calle y alza la voz defendiendo esa injusticia; pero no luchando contra el paro. La que se disfraza cada mañana de jovial jovencita, pero que ya no puede ocultar un alma vieja corroída por los sigla de penuria; que se muere con cada joven que emigra; que se desangra en cifras imposibles de paro y pobreza.
Por eso, cada día, me levanto con la sonrisa, buscando ser un remanso de paz en quienes me rodean y sabiendo que al menos eso puedo aportar le a este mundo gris en el que nos ha tocado vivir.