El verdugo ha venido en mi búsqueda esta mañana y me ha preguntado para qué lo hago; qué secretas razones guardo en mi alma para mantenerme imperturbable en mi lugar. He callado, no sé como expresar lo que siento y mucho menos como hacérselas entender. Me ha mirado, silencioso, esperando que hablase y así ha quedado durante horas, tantas que al final no he podido contenerme.
-No es por mí -contuve un ¡cabrón!- es por por ellos. Temo porque llegado el momento no puedan alzarme como deben, temo que sus rodillas se quiebren; que cada paso dado cueste más que el siguiente; temo que finalmente no puedan hacerlo y, entonces, todo terminará mal. No hay nada más horrendo que un cuerpo trasportado con grúa, con lo hermoso que es un cortejo con el féretro transportado a hombros por los llorosos amigos del finado.