Mis fuerzas están menguando. La tortura está siendo más dura de lo que esperaba y comienzo a notar los estragos. Necesito agua, cada día más. Quizá mi mente logre convencer a mi estomago de que el agua que moja mi gorja es algo más que simple agua ¡ah!, liquido elemento que da vida, ¡reconforta la mía!
Una semana se ha cumplido ya, solo una, y cada noche me acurruco en un rincón de mi camastro soñando con la libertad que ya no tengo. Lo peor es que no veo la luz al final de este camino de tortura.