Seguro que antes de ser morena se tiñó de rubio porque, sino, no tiene mucho sentido que le sucedan sucesos como el acontecido hace menos de una semana cuando, sentados tranquilamente en una terracita de la calle San José –para más señas esquina de Ancha, frente al Liba y junto a los Italianos- comenzó a narrarme la increíble historia de su nuevo iphone. Había llamado, me contó, a la gente de su compañía de teléfonos porque el aparatito no sonaba siempre y si le llamaban no se oía. Y así llevaba dos días, dando tanto calor a los teleoperadores que habían decidido darle un nuevo terminal. “Mira” me dijo “yo cojo el teléfono y es que, de pronto, deja de oírse”
– ¿Lo coges así siempre?- le pregunté.
– Casi siempre, sí…
– ¡Ah! , pues ahí va a estar el problema ¡estás tapándole el altavoz!, ¿ves?
Y ella vio y oyó que era cierto.
-Pero hay algo más –me dijo- cuando me llaman no se oye. Mira.
Miré, escuché y comencé a reír a mandíbula batiente, como el friki descojonado que puedo llegar a ser. Casi, sólo casi, me echó a llorar y, con voz serena le dije:
-No está roto… sólo embalado. ¡QUITALE LOS PLÁSTICOS! Mira que al final va a resultar que eres rubia teñida y no lo sabes.
Lo era…
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