La revolución musulmana

El mundo musulmán arde con la llama de la libertad. A través de internet ha corrido como reguero de pólvora la palabra democracia y los jóvenes norteafricanos, hartos de dictadores blancos consentidos por el primer mundo, se han levantado gritando basta. Desde Marruecos a Irán la revolución ha comenzado. Y nosotros somos testigos privilegiados de ella. Podemos estar ante un suceso que marqué la historia, una “revolución francesa” del siglo XXI que, con sus defectos y aciertos, provoque la caída de regímenes carentes de sentido.
Desgraciadamente no se están repitiendo los modelos de Túnez o Egipto, donde el ejército –en toda revolución los militares juegan un papel fundamental pues controlan los medios de represión- apoyaron a los opositores. En Marruecos, dónde la revuelta puede considerarse aún de light, Mohammed VI ha prometido reformas para acallar a unos y otros; sus medios son fuertes y aún capaces de controlar el movimiento opositor aunque no creo que por mucho tiempo.
Pero, el caso más sangrante, sin duda, es el de Libia. Gadafi, que antaño fue el enemigo a batir por occidente, acabó siendo aceptado como el mal menor que surtía de energía a Europa. Los diversos presidentes occidentales reconocieron su régimen totalitario acogiéndolo en viajes oficiales cargados del boato que tanto gusta a los locos por el poder, la prensa se deshacía en elogios dignificando una dictadura que dejaba de ser considerada tal, al igual que ha ocurrido con Egipto. Ahora, cuando la población libia ha dicho basta, la locura de Gadafi y su familia ha desatado el derramamiento de sangre, solo ayer morían 250 personas (que se sepamos) por la represión de la aviación sobre la población civil. Gadafi ha aprendido del caso egipcio, dónde el ejército, mirando a la cara a los opositores, acabó aliándose con ellos: mejor matar de lejos, donde los rostros se vuelven borrosos.
Y la reacción no se ha hecho esperar, los gobiernos occidentales han levantado la voz con un modesto “por ahí no”, EEUU se dice preparado para intervenir, buscando en las revueltas la fórmula perfecta para entrar en el norte de África y cambiar el sentimiento anti-yanqui existente en el mundo musulmán. Mientras, Gadafi sigue sentado en su trono, la revuelta continua y las banderas de la libertad se alzan a unos cuantos quilómetros al sur. Pero también nosotros debemos alzar la voz y exigir a nuestros gobiernos que apoyen a quienes luchan por conseguir parte de lo que nosotros tenemos.

Publicado por Javi Fornell

Historiador y novelista. Amante de las letras y de los libros. Guía turístico en la provincia de Cádiz y editor en Kaizen Editores

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