El Hetero era profundamente romántico, tanto que María, que por aquellos años continuaba a su lado, comenzaba a desesperarse de los caballerosos detalles de su novio. Y, aquel año, decidió darle una lección, esperando terminar por fin con el envío de cartas, corazones dibujados en sus cuadernos, y peluches en la puerta de la casa.
-Este año, en San Valentín, no le regalo nada- nos dijo María ante nuestra más completa incomprensión- se acabo. No lo aguanto más.
No le respondimos porque, a esas alturas de la película, ninguno de nosotros tenía nada que celebrar los 14 de febrero, al menos nada que recuerde. Lo que si recordamos fue aquel domingo 14 de febrero de mil novecientos ochenta y algo. El Hetero llamó al timbre de casa de mis abuelos a eso de las 10 de la mañana y comenzó su retahíla sobre San Valentín y lo que aquel día significaba: que si era un médico romano, que si se había dedicado a casar a soldados, que si estaba enterrado en Roma, que si vivía en África, y no sé cuantas cosas más que había leído en un viejo libro sobre santos que su abuela guardaba en un cajón. Y, por supuesto, también nos hablaba de aquello que María podría regalarle para terminar siempre con un:
-Con que me dé un beso ya soy feliz.
Pero María cumplía su promesa y ni le daba beso, ni regalo, ni se presentaba ni daba señales de acordarse de que día era. Y el Hetero estaba cada vez más nervioso.
-Se ha olvidado, se ha olvidado de San Valentín- nos lloraba mientras nosotros intentábamos hacernos con unas cervezas, no por olvidar las penas de la soltería con alcohol, sino porque preparábamos la partida de rol de aquella noche.
María, que se había mostrado impasible durante todo el día, finalmente claudicó ante los pesados llantos del Hetero, que a estas alturas ya lloraba abiertamente, y se acercó a darle un casto beso en la mejilla con un:
-Que pesado eres, a ver si te olvidas ya de tanto romanticismo, que eres muuuy pesado.
-Yo soy así, María, siempre he querido ser como Valentín, pero he tenido que lloriquear para conseguir un algo hoy….
-Te lo mereces, tanto el llanto como el beso, porque eres tan pesado como encantador.
-¡Viva el médico que se dedicó a realizar casamientos prohibidos en época de Claudio II!- gritó siendo coreado con un ¡VIVA! Por nuestra parte que pensábamos que eso significaba que comenzaríamos la partida de rol en casa de los abuelos del Hetero… pero nos equivocamos y, como otros tantos 14 de febreros, acabamos solos, sentados en los bancos de Candelaria y esperando que llegase el día 15 para recuperar a nuestros amigos enamorados con un abrazo y un ¡Feliz día post-san valentin!.