
-Sabéis, chicos, el otro día, mientras tocaba la guitarra en el balcón de mi piso de Nueva York.
-¿Desde cuando tocas la guitarra?
-Desde siempre.
-¡Aaaah!, no lo sabia.
-Bueno, pues estaba en la ventana de mi piso.
-¿Pero no era el balcón?
-¡Que más da! Estaba allí, tocando la guitarra cuando escuché que me llamaban desde abajo. Y ¿adivinas?
-Por supuesto que ni lo intento- dije encogiéndome de hombros.
-Era ¡Sting!
-¿Quién?, preguntó María terciando por primera vez en la conversación.
-Sting, killa, el de los Beetles.
-NOOOO…. Sting el de Sting, el de Police.
-¡Ah!- María me miró, mientras yo le hacía señas de que no insistiera.
-Pues era Sting y, ¿sabéis?, me lanzó una rosa y me dijo que le gustaba mucho como cantaba.
-Claro, claro…
Pero el Hetero, al que poco a poco algunos comenzaron a llamar el “Lenon” seguía en sus trece. Es más, me contó como, en medio de un concierto en Chicago, Sting detuvo a los músicos y pidió al publico que se callase mientras lo señalaba y se echaba a llorar. “Nunca escuché a nadie tocar la guitarra como a él”, dijo entre sollozos mientras le subían al escenario.
Y ese día comprendí, que jamás alcanzaría a vivir una vida como la mi amigo Hetero… ni la quería.