Ya les he dicho muchas veces que me gusta pasear por el centro de Cádiz. Y el otro día caminaba por la calle Ancha, justo por la puerta de Quorum pensando en que libro iba a comprarme y si debía hacerlo. De hecho, últimamente me encuentro ante un grave problema: mi biblioteca crece a ritmo exponencial, pero el espacio para ella sigue siendo el mismo. Conclusión, en dos meses no tendré donde colocarlos. Pero no les voy a hablar de mis libros ni de mis problemas espaciales. No.Aquella casa era especial. Mágica. Allí todo se transformaba en algo diferente que agilizaba nuestra imaginación para convertir en juego todo. Una losa que se movía en el suelo. Un rincón oscuro entre el sofá y el mueble de la tele. El armario creado al cerrar el pasillo que cruzaba el patio hasta el piso de al lado. Todo en aquel pequeño piso nos permitía jugar. Hace mucho que aquel piso dejó de ser el de mi abuela, y mucho más desde la última vez que jugué con mi primo entre aquellas paredes. Pero al ver a aquel niño y su abuelo, no pude más que recordar todos aquellos momentos.
Mmm, los flanes y mis abuelos. Yo también tengo ese recuerdo. Asocio algo especial (verano, vacaciones, puentes,…) a fuentes de natillas, pero el resto del tiempo, siempre había un flan (chino) en casa de mi abuela que partíamos exactamente en tres trozos, para mi abuelo, mi abuela y yo. Mi abuelo siempre movía el plato haciéndolo temblar. Es increible la cantidad de veces que el ser humano es capaz de recordar (y de recordar con nostalgia) al día… Un beso, Cathan!!
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Si, creo que todos tenemos un recuerdo de flanes o natillas en casa de nuestros abuelos… mi madre cae ahora en el mismo error con mis sobrinos.
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