Cosas del Carnaval

El otro día me encontre al Hetero después de muchos años. La vida es cruel, a veces, y con él parece que lo ha sido. Era lunes de carnaval, o así, y yo volvía a casa tranquilamente desde la Viña. No era muy tarde, no se crean, acompañaba a Cocom que se encontraba mal, que no borracho y, al cruzar la Avenida desde su casa para entrar en la mía, lo vi. O los vi.
Primero vi a una amiga, de esas de las que se tienen vagos recuerdos porque la conociste hace unos años, en un campamento, en un verano o en viaje con tus padres, ¡qué más dá!. Solo sabés como se llama, que vive en tu misma calle o al menos vivió, y que, en aquel entonces, tus huesos sólo querían estar cerca de ella. Y por eso la recuerdas, porque fue tu primer amor o algo parecido. La cosa es que me paré con ella y su amiga, y no sé porqué. Y estando allí apareció el Hetero. Inconfundible. Sigue con su hermosa, larga y sedosa melena. Y sus ojos transparentes, aunque ahora también reflejen pena. Supongo que los años.

Pero sigue siendo él, o casi. Se acercó hasta mi “amiga”. Sara, o tal vez Ana. La cogió por la espalda mientras le daba un bocado en el cuello y le decía algo al oído. Tras el guantazo de Ana, o tal vez Sara, supé que le había dicho:

-¿Sabés idiomas? Yo te puedo enseñar unas cuantas lenguas.

Me quedé sorprendido. Ese no era mi amigo de la infancia. Él no hubiera dicho eso, ni nada parecido, le hubiera sonreido, mirado picaramente y le hubiera dicho algo así como:

«Desde que te vi la primera vez está noche, mis pies han seguido a los tuyos. Pisando en cada pisada, descansando donde descansaron tus huesos. Un infinito camino que, por fín, me ha traído hasta tus brazos y tus labios»

Él era así de romantico en otros tiempos. Pero aquella noche dijo lo dijo y, para mi sorpresa, tras el bofeton, Ana o Sara le cogió del brazo y se fue con él. Los tiempos cambian, sin duda. Volvieron al rato, después de cruzar la Avenida desde la playa, hasta donde estabamos. Porque yo, como un caballero andalúz, decidí quedarme con la amiga de Ana, o Sara. Una madrileña de lengua rápida, manos finas y mirada traviesa llamada Rocío y, a la que toda la noche, y fueron varias horas, llamé Sara. Tal vez pensando en Ana, que creo se llamaba Sara.

Al final, el Hetero, cayó en la cuenta de mi presencia, tal vez los años también pasaron en mí, o el alcohol confundió su vista. Se lanzó a mis brazos, sustituyendo el suave perfume de mi Sara, que era Rocío, por el olor a whisky que impregnaba su ropa.

-No veas que Carnaval, Gordo. Ha sido genial.
-Sí, no lo dudes- dije giñandole un ojo,- maricón. Y eso que hace años no nos gustaba.

Dos insultos, que eran afirmaciones obvias, y todo volvió a la normalidad. El Hetero volvió a su ambigüedad. Yo volví a mi casa después de varias horas de copas, risas y recuerdos. Y como antaño, ni uno ni otro, al día siguiente, seguimos con quién estuvimos: Sara, Ana, Rocío o quién quiera que fuesen. Pero, al menos, volvimos a tenernos el uno al otro.

Cosas del Carnaval.

Publicado por Javi Fornell

Historiador y novelista. Amante de las letras y de los libros. Guía turístico en la provincia de Cádiz y editor en Kaizen Editores

5 comentarios sobre “Cosas del Carnaval

  1. Que boníto es tener 15 años y ligar por primera vez…ay…quien tuviera tu edad para volver a vivir estas cosas de formatan inocénte…

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  2. Pero no tengo 15 años….. bueno, si. Porque como mis amigos saben yo divido todo por dos.Y castellologo, no te metas con mis lectores… No es culpa mía, es del sistema. ¡Que diría el Señor de la Pipa!

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