De DYC y otros

Tener una casa, como la de David, era peligroso para nuestra salud y nuestra sobriedad. Para nuestra salud porque cometimos barbaridades en aquella casa dignas de ser contadas. Para nuestra sobriedad porque fue en aquella casa donde, quien más, quién un poco menos, todos comenzamos a hacer nuestros pinitos con el Chivas de 12 años.Sigue leyendo «De DYC y otros»

La noche de los cristales

La noche había comenzado como no podía ser menos. En el Club. Esperando a que llegasen los más lentos y perezosos para irnos a Conil. Y a sus carpas. Aún éramos puros e inocentes. Al menos hasta ese día. O esa noche. ¡Que noche! Íbamos todos. Volvimos todos. Pero antes perdimos parte de nuestra decenteSigue leyendo «La noche de los cristales»

Camaron que no nada….

Nos metiamos en el agua. Como tantas otras veces. Entre las olas. Mejor durante la marea de Santiago, cuando la altura y la fuerza de la corriente era considerable. Pero nosotros, hartos de la arena y los surferos, no metiamos en el agua. Sabiendo como sabíamos que entrar nos suponía enfrentarnos a olas y quillas.Sigue leyendo «Camaron que no nada….»

Tardes de piscina y postre

Hay cosas en esta vida que no cambian. Ni deberían hacerlo jamás. Y en el verano de la urbanización ese algo son las meriendas en casa de Irene. Tardes de piscina y bizcocho que se repiten año a año desde hace ya demasiados. Nos hacemos viejos, me temo. Porque ahora esas tardes son recordadas ySigue leyendo «Tardes de piscina y postre»

Torres más altas han caído

Estábamos en la playa, pensando en lo divertidísimo que era el día de marras. Con el mar plano, sin una sola ola, ni siquiera al chocar la marea contra la piedra que habíamos tirado en la orilla con la vana esperanza de que alguien la golpease. La vista tampoco nos era agradecida aquella tarde, sentadosSigue leyendo «Torres más altas han caído»