Existe una leyenda gaditana que habla de una virgen en procesión que detuvo un maremoto, aquel que se dio en las costas gaditanas como replica al terremoto de Lisboa de 1755. Aquel brutal ataque de la naturaleza destrozó la capital lusa y llegó hasta nuestras tierras. Cuenta la leyenda que, cuando las olas del mar saltaron las murallas y entraron en la ciudad, la Virgen fue llevada en procesión por los gaditanos para detener las lenguas de mar. Y el mar, ante la divina presencia, detuvo su avance en la que hoy es la calle La Palma. O el cura detuvo su caminar cuando vio que el agua podría mojarle los bajos de la sotana.
Pero, sea como sea, este es uno de los grandes milagros gaditanos (quitando protagonismo, por cierto, a la Virgen del Rosario, nuestra patrona, que hizo algo similar saliendo desde su templo en Santo Domingo). Por eso, desde entonces y para recordar el milagro, una imagen de la Virgen ha presidido la calle en una suerte de altar.
Y así fue hasta octubre de 2008, cuando fue retirada debido a unas obras de rehabilitación en la vivienda. Pero parece que la Virgen no estaba de acuerdo con el cambio ya que la calle y el barrio anegaron de agua a los pocos días del cierre temporal de su pequeño templo. Las lluvias de aquellos lejanos días de 2008 fueron tales que aun se recuerdan en la ciudad, y en la Viña las aguas dulces caídas del cielo, inundaron una calle que sobrevivió seca al maremoto de Lisboa; tal vez el Milagro se hubiera repetido y fuera el llanto de la virgen alejada de tan singular y querido lugar.
253 años después, el agua se cobró su tributo, y cruzó aquella barrera milagrosa que la Virgen levantó. Poco tiempo después, volvió a colocarse el tributo a la Virgen aunque unos metritos más cerca de al iglesia de la Palma (cosas de las obras de rehabilitación) y desde entonces la calle se ha mantenido libre inundaciones.
Javi Fornell 