Una pregunta recurrente cuando digo que escribo novela histórica es de dónde saco la información. Es cierto que soy medievalista, lo que hace que muchos datos de la época y el desarrollo histórico lo traiga ya aprendido de casa. Pero la parte más divertida es la de meterse en archivo y bucear por la información referente al personaje en cuestión.
Por ejemplo, ahora ando con Lázaro Fonte, corriendo por el río Magdalena y avanzando ya a marchas forzadas en la que sería mi tercera novela histórica (aunque «Llamadme Cabrón» y «Lanza y oro» se van a fusionar en una sola en esta reedición que saldrá en 2025, Dios mediante), pero a la vez estoy releyendo el pleito de vida al que fue sometido por la Audiencia de Lima, debido al trato que tuvo con los indios de sus Encomiendas.

Más allá de ese dato, la vida de Lázaro está marcada por la violencia y la oscuridad, y en este texto pueden verse muchos de los factores que llevaron a crearle una leyenda negra. Pero también muchos de los elementos que marcaron la conquista española en América; así como el nacimiento de leyendas como El Dorado (búsqueda en la que participó junto a Vasco Núñez de Balboa), con la curiosidad de que uno de los orígenes de esta misma leyenda, en este caso la referida a la fuente de la vida eterna, es situada en su propia figura.
Pero, además, permite conocer otras culturas, otros climas y hasta otra gastronomía. Por suerte, tenemos mucha información referida a esas épocas e incluso contamos con diccionarios (hoy online) bilingües entre el castellano y las diversas lenguas, como el Diccionario indio del gran Tolima; o la web ttps://pueblosoriginarios.com/lenguas/pijao.html que recoge una amplia variedad de lenguas precolombinas y las correspondencias conocidas con el castellano, por lo que al adentrarme en la novela, amplio mis conocimientos y ejerzo como el historiador que fui durante mi época de investigación y que nunca dejaré de ser.
Lo mejor es que por el camino mato el gusanillo de la investigación y vuelvo a un mundo que me encanta, aunque del que terminé saturado tras la tesis doctoral: la paleografía. Es más, existe una copia del siglo XVIII de este documento, pero no es tan divertida de leer. Por suerte, la caligrafía de los escribanos no siempre era la misma y, en ocasiones, es un placer real poder leerlo sin ningún tipo de complejidad.


Así que cuando me preguntan si es sencillo escribir novela histórica, mi respuesta suele ser siempre la misma: depende de dónde partas. De los conocimientos previos que tengas sobre la materia, de la soltura que tengas trabajando con textos históricos, de tu capacidad de análisis y, sobre todo, de las ganas de trabajar y aprender que tengas. Escribir una novela histórica que no caiga en errores de bulto, conlleva mucha preparación, la lectura de muchos textos, el estudio de la época que vas a tratar. Pero también puede ser realmente divertido cuando, como me pasa a mí, amas la Historia sobre todas las cosas.